Por Claudio Márquez
Las revelaciones hechas en los últimos días por el equipo económico del Gobierno, en lo que respecta al desempeño y crecimiento de la economía durante el año 2010, constituyen una prueba fehaciente de la necesidad que tiene la nación de cuidar su futuro social, económico, político e institucional.
Nadie pone en duda la urgencia de enfrentar los males sociales arrastrados por la sociedad y que han venido alterando la tranquilidad de la nación; pero es precisó tomar en cuenta aspectos esenciales en el marco de estas urgencias. Nos referimos concretamente a las implicaciones que tendría para el país el retorno del perredeísmo a la administración pública y sus marcadas secuelas de contrariedades.
No es lo mismo el PRD que el PLD en el poder. No es lo mismo Leonel Fernández o Danilo Medina conduciendo la administración pública, que cualquier dirigente perredeísta. Es la conclusión que nos aporta la historia como enseñanza. Sin embargo, en las actuales circunstancias no sólo conviene tomar en cuenta los informes que hablan sobre un crecimiento de la economía oscilante entre el 7 y el 7, 4 por ciento en el presente año, sino también el imperativo de considerar los grados en que ese crecimiento económico ha repercutido en el bienestar social de los dominicanos y dominicanas.
Es lo que nos permitiría sumar valor al desempeño económico del Gobierno, y junto a ello trazar líneas coherentes y funcionales de defensa.
El crecimiento económico es el producto de un orden, de una planificación estratégica y, por tanto, la resultante de un esfuerzo que no debemos echar a un lado. Conocer que en las coyunturas electorales las posiciones y discursos de la oposición tienden a extremarse, incluso, a generar confusión en una parte de la población, nos abre campo para priorizar y delinear la los pasos a seguir en medio de este tipo de embestida política.
La dirección política perredeísta sabe perfectamente que no hay posibilidad posible de hacer o formular comparaciones entre los gobiernos del PLD y el PRD. Que la sociedad dominicana se ha visto, en más de una ocasión, al borde del abismo como consecuencia de administraciones gubernamentales perredeístas, matizadas, además, por el caos, el desorden y la corrupción administrativa y, en fin, por la falta de respuestas adecuadas a los problemas más neurálgicos de la población.
El hecho es que el PRD es una organización política sin mística, que puede ser asaltada, estando fuera o dentro del poder estatal por cualquier grupo o ente de inclinaciones políticas perversas.
Un riesgo que debemos advertir y apuntalar en el contexto de lo acontecido en los últimos días, porque los informes relacionados con el crecimiento de la economía dominicana, cuando todo el mundo está conteste de la recesión económica internacional, habla con marcada propiedad de la eficiencia gerencial del Gobierno del PLD y el doctor Leonel Fernández. Empero, el PRD se empeña en decir lo contrario. Es su lógica política.
En cambio, en el PLD sí que hay mística. Mística sobre la que influye el pensamiento pulcro y humanista del profesor Juan Bosch y, la que a la vez, representa la contraparte en el proceso de adecentamiento y aislamiento de la corrupción en la administración pública. El hecho es que la corrupción administrativa no sólo ha sido endémica en la sociedad dominicana, sino también lo imperioso de abordar el problema desde una perspectiva de prevención permanente y funcional, que es lo que hace y ha hecho el Gobierno del PLD.
Creo que lo hemos planteado en otras ocasiones, pero vale la pena repetir que el comportamiento anárquico del perredeísmo resulta contraproducente en el propósito institucional y político de sanear el ejercicio democrático.
A más desorden, mayores riesgos. A menos planificación, mayor descomposición de las instancias del Estado y, en consecuencia, frente a una mayor descomposición de la esfera estatal, menor posibilidad de afrontar las problemáticas políticas, sociales y económicas de la nación.
En el PLD no sólo prevalece el orden, sino también el espacio vital para abordar crítica y racionalmente los problemas de la nación, sin que ello se traduzca en una segmentación de sus fuerzas orgánicas.
Los objetivos políticos del PLD y el PRD no son ni serán jamás los mismos, aunque en toda regla hay sus excepciones. El Partido de la Liberación Dominicana (PLD) está, pues, obligado a seguir en el poder; a continuar garantizado el orden, el crecimiento de la economía nacional, así como a revertir ese crecimiento en soluciones tangibles a los problemas de la población.
Una sociedad como la nuestra, con profundas limitaciones económicas, debe cuidarse de la propaganda engañosa, de las tácticas políticas embaucadoras, procurando siempre distinguir entre lo bueno, lo malo y lo peor.
Centrada en los actuales momentos la táctica político-electoral del PRD en el descrédito público del Gobierno, no hay otra alternativa que reforzar nuestras líneas de defensa política en los medios de comunicación.
Es verdad que el poder desgasta, pero esta verdad se torna mas tangible cuando el mismo se ejerce sin ningún tipo de conexión con el pueblo, es decir, cuando no hay la más mínima correspondencia entre lo que hace el Gobierno y lo que proyecta el pueblo en su provecho.
Creo que es hora de endosar a las informaciones importantes del Gobierno la defensa y la conceptualización política, de forma que junto a los datos podamos ofrecer un campo de reflexión mucho más amplio que el concedido por las estadísticas de crecimiento, que no dejan de ser importantes en el debate de la coyuntura.
Pero, a los informes de comportamiento económico el aparato comunicacional y propagandístico del Gobierno debe agregar el aspecto relativo a la dimensión social y política de esa conquista, porque tampoco hay objetivo de poder al margen de una adecuada sustanciación política coherente.
*El autor es periodista.
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