Este 12 de enero se cumple el primer aniversario del trágico terremoto en Haití que dejó un saldo de 300.000 muertes, miles de personas heridas, y 1,500,000 sin techo. A pesar de los masivos esfuerzos iniciales de solidaridad internacional, más de un millón de haitianas y haitianos continúan viviendo en refugios temporales y más del 90% de la ayuda prometida aún no ha llegado a Haití.
Sin embargo, hay una organización en ese país que recibe más de un millón de dólares diarios para su funcionamiento. Esa organización es la MINUSTAH, la Misión de las Naciones Unidas para la Estabilización de Haití, creada en 2004 poco tiempo después del golpe de estado que derrocara al presidente Jean-Bertrand Aristide.
Actualmente, hay más de 9.000 militares y 3.000 oficiales de policía en Haití, provenientes de más de doce países, incluyendo a los Estados Unidos, Canadá, Francia, Japón, Brasil, Bolivia, Chile, Paraguay, Perú, Corea, Ecuador, Argentina y Uruguay.
La misión original de la MINUSTAH, según las Naciones Unidas, era “establecer un medio seguro y estable que incentive al desarrollo de un proceso político saludable, fortalezca las instituciones de gobierno, ayude a la restauración y mantenimiento de la Ley, y promueva y proteja los Derechos Humanos”.
Sin embargo, seis años después de la llegada de los “cascos azules”, las y los haitianos claman por el cese de lo que consideran la ocupación militar de su país por la MINUSTAH. Las preocupaciones que haitianas y haitianos, así como organizaciones internacionales de derechos humanos, han expresado, tienen su raíz en denuncias sobre la violación de sus derechos, incluyendo el asesinato de habitantes de asentamientos pobres, activistas, e inclusive de una persona durante el funeral del sacerdote Jean Juste. Actualmente, el contingente brasileño de la MINUSTAH está siendo juzgado por la Corte Interamericana de Derechos Humanos por la muerte de un activista de origen haitiano.
Se suma a las heridas que sufre Haití el reciente brote de cólera que causó ya 2.000 muertes. La expansión epidémica ha sido vinculada a la contaminación de aguas del río Artibonite por parte del contingente nepalés de la MINUSTAH.
Además de las violaciones a los derechos humanos causadas, la presencia de tropas de las Naciones Unidas disfrazadas de ayuda humanitaria luego del terremoto en Haití viola el derecho a la autodeterminación y la soberanía de esa nación. La MINUSTAH es la única misión militar de importancia de las Naciones Unidas en un país donde no hay acuerdo de paz entre las partes en conflicto. El presidente exiliado Jean-Bertrand Aristide ha definido a la MINUSTAH como “la ocupación neo-colonial de Haití”.
En un país donde el 70% de la población vive con menos de un dólar diario, la MINUSTAH le cuesta a las Naciones Unidas más de un millón de dólares diarios, y está en proceso de solicitar la casi duplicación de esa cifra, presupuestando 850 millones de dólares en la propuesta de renovación que será evaluada en octubre de este año.
En la víspera del trágico terremoto, SOA Watch expresa su solidaridad con el pueblo de Haití, llamando a las naciones parte de las Naciones Unidas a frenar la ocupación militar llevada a cabo por la MINUSTAH y a dirigir fondos a la construcción de casas y escuelas y a la compra de comida, en lugar de comprar armas y municiones.
Hoy también nos unimos a las personas a lo largo y ancho de las Américas que están honrando a las víctimas del terremoto en Haití con un Día de Acción, demandando el completo retiro de la MINUSTAH.
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